Imagina que, de un día para otro, debes abandonar tu hogar, tu escuela, tu universidad. Todo por lo que luchaste desaparece porque la crisis, la persecución o la violencia te obligan a empezar de cero, en un lugar desconocido, sin nada. Para miles de niñas, niños, jóvenes, mujeres y docentes en situación de movilidad forzada, la educación es su única esperanza.

Es más que un derecho: es la llave para reconstruir sus vidas, recuperar su dignidad y volver a soñar con un futuro.

Al acceder a estas oportunidades educativas, las y los beneficiarios superan barreras económicas y sociales, y también se convierten en agentes de cambio para sus comunidades.